La Santa Iglesia nos ofrece muchos recursos para alcanzar nuestro objetivo supremo: la eterna salvación. El uso del Escapulario es uno de los más eficaces.
Dentro de todos los “negocios” de los que nos ocupamos en la vida, hay uno de mayor importancia que debe ser tratado con absoluta prioridad, bajo la pena de fracasar en todos los otros: ¡nuestra salvación eterna!
Cierto día, un reportero amigo, resolvió hacer en varias ciudades una investigación sobre este asunto. Recorriendo las calles, preguntaba a los transeúntes: “¿Usted quiere ir al Cielo o al Infierno?”. Impactadas, las personas respondían, casi sin reflexionar: “¡Claro que quiero ir al Cielo!” Y seguían adelante…Algunos, a los que el reportero conseguía detener por más tiempo les hacia una segunda pregunta: “¿Cuáles son los medios que usted emplea para alcanzar tan grande felicidad?”
Resultado de la investigación: 100% querían ir al Cielo. Sin embargo, ¡menos del 1% se preocupa sobre cómo hacer para llegar a él!
Son abundantes esos medios. Vamos aquí a indicar uno de los más eficaces, que la Madre de Misericordia pone a disposición de todos, sin ninguna excepción. Quien se juzgue indigno, por ser un gran pecador, acuérdese de lo que dijo Jesús: “Yo no vine a llamar a los justos, sino a los pecadores” (Lc 5, 32).
Se trata del uso del Escapulario del Carmen, recomendado por varios Papas y Santos. Uno de ellos, San Claudio de La Colombiere, afirma: “No basta decir que el Escapulario es una señal de salvación. Yo sustento que no hay otro que haga nuestra predestinación tan segura”.
Los grandes privilegios del Escapulario
El día 16 de julio de 1251, San Simón Stock suplicaba a Nuestra Señora ayuda para resolver un problema de la Orden Carmelita, de la cual era Prior General. Mientras él rezaba, la Virgen apareció, trayendo el Escapulario en las manos y dijo estas confortantes palabras: “Hijo amadísimo, recibe el Escapulario de tu Orden, señal especial de mi amistad fraterna, privilegio para ti y todos los carmelitas. Aquellos que mueran con este Escapulario no padecerán el fuego del Infiero. Es señal de salvación, amparo y protección en los peligros, y alianza de paz para siempre”.
La Iglesia asumió al Escapulario e hizo de él una de las devociones más difundidas entre el pueblo de Dios.
En nuestra época de superticiones, no es superfluo esclarecer que el Escapulario está lejos de ser un signo “mágico” de salvación. No es una especie de amuleto cuyo uso nos dispensa de las exigencias de la vida cristiana. No basta, por tanto, ponerlo al cuello y decir: “¡Estoy salvado!”
Es verdad que Nuestra Señora no puso condición alguna al hacer su promesa. Simplemente afirma: “Quien muera con el Escapulario no padecerá el fuego del infierno”. No obstante, para beneficiarse de este privilegio, es necesario usar el Escapulario con recta intención. En este caso, si en la hora de la muerte la persona estuviera en estado de pecado, Nuestra Señora providenciará, de alguna forma, que ella se arrepienta y reciba los sacramentos. ¡Es en esto que la misericordia de la Madre de Dios se muestra verdaderamente insondable!
Algunos ejemplos atestan de modo elocuente esta verdad
Viajando en automóvil en compañía de un obispo, el autor de este artículo vio una mujer entrar distraída en la carretera y ser atropellada por un enorme camión cuyo conductor no tuvo tiempo de frenar. El obispo mandó detener el auto, descendió rápidamente, dio la absolución sacramental y administró la unción de los enfermos a la mujer agonizante. Después comentó conmovido: “Ella estaba usando el Escapulario del Carmen. Realmente fue Nuestra Señora quien providenció que un obispo estuviese pasando por aquí, ¡justo en este momento!”
Un caso diferente – narrado por Mons. Marcos Barbosa en la obra “El Escapulario de Nuestra Señora del Carmen” – ocurrió en Inglaterra. En la hora de la muerte, un caballero conocido por su gran impiedad, en vez de pedir a Dios perdón de sus pecados, blasfemaba diciendo: “¡Quiero el infierno y al diablo!”. Los presentes, horrorizados, llamaron a San Simón Stock, el cual tomó el Escapulario y lo extendió sobre el blasfemo. Inmediatamente este se arrepintió y pidió los sacramentos. Según una antigua y piadosa tradición, la Santísima Virgen, apareciendo al Papa Juan XXII, prometió liberar del Purgatorio, el primer sábado después de la muerte, a todos los que portaran devotamente el Escapulario. Este es el llamado “privilegio sabatino”. Para beneficiarse de él es necesario mantener la castidad según el propio estado, recitar el Pequeño Oficio de la Inmaculada o rezar un rosario todos los días.
Y además: cada vez que un devoto bese el Escapulario con piedad, haciendo un pedido a la Santísima Virgen, recibe una indulgencia parcial, esto es, la remisión de una parte de las penas que debía cumplir en el Purgatorio.
Quien usa el Escapulario puede beneficiarse también de indulgencia plenaria (remisión de todas las penas del Purgatorio) el día en que lo recibe, en la fiesta de Nuestra Señora del Carmen, 16 de julio; de San Elías, 20 de julio; Santa Teresita, 1 de octubre; de los santos carmelitas, 14 de noviembre; San Juan de la Cruz, 14 de diciembre; San Simón Stock, 16 de mayo.
Protección en los peligros de la vida cotidiana
Nuestra Señora, la mejor de todas las madres, quiere para sus hijos devotos no solamente los beneficios espirituales, sino también los temporales. Así, quien porta su Escapulario recibe de Ella una protección especial en los peligros de la vida cotidiana.
Son innumerables los ejemplos de este desvelo de la Virgen María por sus hijos. Mons. Marcos Barbosa, en la obra arriba mencionada, narra dos bastante interesantes.
En Santo André (SP), una niña de 5 años cayó dentro de un pozo de 20 metros de profundidad. Una hora después, fue encontrada flotando sobre el agua, con el Escapulario al cuello. La familia, naturalmente, atribuyó el hecho a la protección de la Madre del Carmelo.
En São Paulo, un joven de 15 años, al atravesar con su bicicleta una vía férrea, fue alcanzado por el tren. Pasó todo el tren y él se levantó ileso, besando conmovido su Escapulario, exclamaba: “Sólo tuve tiempo de gritar: ‘¡Nuestra Señora del Carmen!’, ¡Fue Ella quien me salvó!”
Señal de alianza con Nuestra Señora
El Escapulario es una señal de alianza de Nuestra Señora y expresa nuestra consagración a Ella. Su uso es un poderoso medio de enfervorizar a los que viven en estado de gracia y de convertir a los pecadores.
Dios no deja sin recompensa ningún beneficio hecho a una persona necesitada, incluso un simple pedazo de pan dado a un indigente. Imagínese, entonces, como Él recompensará a quien ayude en la ¡salvación de un alma!
¡Sea por tanto, usted también, un ardoroso propagador del santo Escapulario! Nuestra Señora le retribuirá con toda especie de gracias y favores ya en la tierra; y todavía más en el Cielo.
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Como recibir y usar el Escapulario
1 – Cualquier sacerdote tiene poder para bendecir e imponer el Escapulario.
2 – Esa bendición e imposición valen para toda la vida, por lo tanto, basta recibirlo una vez.
3 – Cuando el Escapulario se desgaste, basta sustituirlo por uno nuevo.
4 – Aún cuando alguien tenga la infelicidad de dejar de usarlo durante algún tiempo, puede simplemente retomar su uso, no es necesaria otra bendición.
5 – Una vez recibido, el debe ser usado siempre, de preferencia en el cuello, en todas las ocasiones, aún mientras la persona duerme.
6 – En casos de necesidad extrema, como enfermos en hospitales, si el Escapulario le fuere retirado, el fiel no pierde los beneficios de la promesa a Nuestra Señora.
7 – En casos de peligro de muerte, aún un laico puede imponer el Escapulario. Basta recitar una oración a Nuestra Señora y colocar en la persona un escapulario ya bendecido por algún sacerdote.
8 – El Papa San Pío X autorizó sustituir el Escapulario por una medalla que tenga de un lado el Sagrado Corazón de Jesús y del otro una imagen de Nuestra Señora. Pero la recepción debe ser hecha con el escapulario de tela.
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El manto del Carmen
Así como vistió a su Hijo Jesús con una túnica de valor incalculable, María Santísima quiere cubrirnos a nosotros, sus hijos adoptivos, con la más eficaz de las vestimentas
Anticipando el monaquismo católico, unos cuantos discípulos de Elías eligieron las alturas del monte Carmelo para entregarse a la contemplación. Permanecieron así en la sucesión de las generaciones hasta la llegada del Señor. Varios se convirtieron después de Pentecostés y fueron los primeros en erigir un oratorio en alabanza de la Virgen.
Tácito nos relata que el emperador Vespasiano subía al monte Carmelo para consultar un oráculo, y allá escuchaba las orientaciones de un sacerdote llamado Basilido, que en cierto momento le auguró un gran éxito (1).
Otro historiador –Suetonio– refuerza el relato, agregando que Vespasiano iba al Carmelo en busca de una confirmación para su destino y sus reflexiones, y volvía lleno de ánimo (2).
Autores de peso discuten entre sí el origen del oratorio existente en el lugar. Unos dicen que era pagano; otros, en cambio, afirman que ya se trataba de un santuario dedicado a la Santísima Virgen. Entretanto, es totalmente segura la enorme antigüedad de la Orden del Carmen.
Después de Elías, su discípulo Eliseo siguió habitando la montaña rodeado por los “hijos de los profetas” (Cfr. 2 Re 2, 15; 6, 1; etc.). Se conoce allá una “gruta de Elías” y una caverna llamada “Escuela de los Profetas”.
Vivían bajo la dirección de un ex militar de nombre Bertoldo. En 1154 o 1155 un pariente suyo, Aymeric, patriarca de Antioquía, lo orientó en el establecimiento del eremitorio. A un monje griego, Juan Focas, quien lo visitó en 1185, le contó san Bertoldo que se había retirado con diez discípulos al Carmelo en virtud de una aparición de san Elías. Esta comunidad recibió poco después una regla del Patriarca de Jerusalén, san Alberto, la cual fue enmendada y definitivamente aprobada por el Papa Inocencio IV en 1247. Quedaba constituida así la Orden del Carmen.
El primer vestido lo hizo Dios
El primer vestido del que la Historia tiene noticia se remonta al Paraíso Terrenal. Cuenta el Génesis (3, 21) que después de caer nuestros primeros padres, Adán y Eva, el propio Dios les confeccionó túnicas de piel y los cubrió con ellas. Mucho más tarde, Jacob hizo una túnica de variados colores para el uso de José, su hijo bienamado (Gen 37, 3). Y así, los atuendos son citados en tales o cuales circunstancias a lo largo de las Escrituras (Gen 27, 15; 1 Sam 2, 19; etc.). Sin embargo, hay una túnica que ocupa un lugar princeps entre toda vestimenta: la que fue echada a la suerte por los soldados, por tratarse de una pieza de altísimo valor al no tener costura. Una piadosa tradición atribuye a las purísimas manos de María el arte empleado en su confección. Cuando los verdugos se dieron cuenta de la alta calidad de dicha pieza, tomaron la decisión de no rasgarla.
Así vestía María a su Hijo Jesús desde su nacimiento, como Madre devota y esmerada. Y quiere revestirnos también a nosotros, sus hijos adoptivos, Aquella que “cubre como la niebla a toda la tierra”, puesto que le fuimos entregados en la misma ocasión en que los soldados decidían por suertes la propiedad sobre la túnica de Jesús: “Mujer, ahí tienes a tu hijo” (Jn 19, 26).
¿Qué ropa Ella nos ofrece?
El Escapulario, una de las vestimentas más eficaces
En 1251, la Virgen Santísima se apareció a san Simón Stock, sexto general de la Orden del Carmen, entregándole un escapulario y prometiendo a todos quienes lo usaran, que se verían libres de la condenación eterna. Décadas más tarde (1322) el Papa Juan XXII concedió a los carmelitas el privilegio sabatino, esto es, que todos los que muriesen usando el escapulario se verían libres del fuego del Purgatorio al sábado siguiente de su fallecimiento. He aquí, pues, una de las vestimentas más eficaces, aparte de ser un magnífico símbolo de alianza, protección y salvación.
Papas enaltecen el uso del Escapulario
En 1951, con motivo de la celebración del 700º aniversario de la entrega del escapulario, el Papa Pío XII dijo en carta a los Superiores Generales de las dos órdenes carmelitanas: “Porque el Santo Escapulario, que puede ser llamado Hábito o Traje de María, es un signo y prenda de protección de la Madre de Dios“.
Exactamente 50 años después, el Papa Juan Pablo II afirmó: “El escapulario es esencialmente un ‘hábito’. Quien lo recibe es agregado o asociado en un grado más o menos íntimo a la Orden del Carmen, dedicada al servicio de la Virgen para el bien de toda la Iglesia. […] Dos verdades evoca el signo del escapulario: por un lado, la continua protección de la Santísima Virgen, no tan sólo a lo largo del camino de la vida, sino también al momento de pasar a la plenitud de la gloria eterna; por otro, la conciencia de que la devoción a María no puede limitarse a oraciones y tributos en su honor realizados en algunas ocasiones, sino que debe tornarse en ‘hábito’.”
Ambos Pontífices confirman, así, las muestras de aprecio que el escapulario ha recibido por parte de varios antecesores, tales como Benedicto XIII, Clemente VII, Benedicto XIV, León XIII, san Pío X y Benedicto XV. Benedicto XIII extendió a toda la Iglesia la celebración de la fiesta de Nuestra Señora del Carmen el 16 de julio.
Son éstas algunas de las razones que unen a los Heraldos a la Orden del Carmen y por eso se revisten con un escapulario, además de tener en un obispo carmelita, Mons. Lucio Angelo Renna, a un padre y protector. ²
1) II Histor., Cap. 126.
2) Vespasianus, Cap. 5.
Oración a Nuestra Señora del Carmen
¡Oh, Virgen del Carmen! Madre amorosa de todos los fieles, pero especialmente de los que visten vuestro sagrado Escapulario, en cuyo número tengo la alegría de estar incluido, interceded por mí junto a vuestro Divino Hijo.
Obtenedme que, después de una vida verdaderamente cristiana, expire revestido del santo Escapulario y, librándome del fuego del infierno, conforme prometisteis, merezca salir cuanto antes, por vuestra intercesión poderosa, de las llamas del purgatorio.
¡Oh, Virgen misericordiosa! Vos dijisteis que el Escapulario es nuestra defensa en los peligros, es señal de vuestro amor y de alianza para siempre entre Vos y vuestros hijos. Haced, pues, que el Escapulario me una perpetuamente a vos y libre para siempre mi alma del pecado.
En prueba de mi reconocimiento y fidelidad, me ofrezco todo a vos consagrándoos en este día mis ojos, mis oídos, mi boca, mi corazón y todo mi ser.
Y porque os pertenezco enteramente, guardadme y defendedme como hijo y siervo vuestro. Amém.
Nuestra Señora del Carmen, ruega por nosotros.
Entrevista con el Dr. Francisco José Do Nascimento
La Orden Tercera Carmelita
Hoy muchas personas desconocen el gran papel que hace siglos desempeñaron los laicos en el apostolado católico. En diversas familias religiosas esos laicos están constituidos en lo que se llama la Orden Tercera.
La Iglesia debe a San Francisco de Asís la idea de formar una Orden Tercera. Corría el año de 1221. Él y sus discípulos predicaban en varias regiones de Italia, convirtiendo e invitando a una vida de penitencia a innumerables personas que – ya casadas – no podían ingresar en los conventos de la Orden Primera (de los frailes), ni en la Orden Segunda (de las monjas), pero querían progresar en el camino de la perfección.
San Francisco, entonces, adaptó sus “Reglas de Vida” para los laicos que, permaneciendo en la sociedad temporal, deseaban vivir según el espíritu franciscano.
Así nació la Orden Tercera Franciscana. Viendo los buenos frutos de esta nueva institución, las otras órdenes religiosas comenzaron también a admitir fieles laicos en sus gremios.
Una multisecular institución de laicos
Aprobada por el Papa Nicolás V en 1442, la Orden Tercera Carmelita se esparció por todo el mundo. Para dicha expansión, contribuyó mucho la devoción al Escapulario del Carmen.
Entrevistado por la Revista Heraldos del Evangelio, el abogado Francisco José do Nascimento – prior de la Venerable Orden Tercera de Nuestra Señora del Monte Carmelo, de São Paulo – da interesantes datos sobre esa multisecular institución de laicos católicos.
Heraldos del Evangelio: ¿Podría decirnos algo sobre la finalidad específica de la Orden Tercera?
Dr. Francisco José do Nascimento: Congregar personas que no tienen condiciones de vivir en una comunidad religiosa – de sacerdotes o de monjas – y procurar efectivamente una mejora de la fe cristiana, estar en busca de la perfección, según el espíritu de la Orden Carmelita.
HE: ¿Cuál es su estructura?
FJN: Básicamente, cada sodalicio tiene un prior, una priora y una Mesa Administrativa. Nosotros, los laicos, somos los que realmente dirigimos el sodalicio. Nuestra vida temporal es totalmente conducida por nosotros. Sin embargo, tenemos un sacerdote, que es el asistente espiritual.
HE: ¿Hay en ella algo especial para atraer a los jóvenes?
FJN: La Orden Tercera del Carmen es una de las pocas que todavía mantiene el uso del hábito en las celebraciones litúrgicas. El joven aprecia mucho esto. Nuestra propia iglesia – con 372 años – posee obras bellísimas y es muy visitada por jóvenes universitarios que gustan de apreciar aquella riqueza.
HE: ¿Cuáles son los requisitos para ser terciario carmelita?
FJN: Preliminarmente, sin ninguna duda, el conocimiento mínimo de la fe cristiana. El candidato necesita ser presentado por dos miembros del sodalicio. Después, él pasa por dos etapas de prueba: el Postulantado y el Noviciado, ambos con un año de duración. Durante este periodo, él participa de las celebraciones litúrgicas y de las reuniones de formación, y es analizado para ver si tiene condiciones de hacer la Profesión.
(Revista Heraldos del Evangelio, Julio/2004, n. 31, p. 18 a 21 y Julio/2006, n. 55, p 24-25)
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