La Basílica Papal de San Francisco es claramente el monumento más imponente, y de más riqueza arquitectónica y artística de esa ciudad relicario llamada Asís. Iniciada sólo dos años después de la muerte de ‘Il Poverello’, y justo un día después de su canonización, la Basílica es ella misma un relicario que resguarda los restos mortales del gran fundador de la orden franciscana.
Vista aérea de la Basílica – Foto: Franciscanos.org |
Narra la tradición de origen medieval, que un día caminaba el Santo por un lugar no el mejor reputado de Asís, llamado ‘Collis inferni’, porque -entre otras razones- allí eran ajusticiados y enterrados los malhechores. Sigue la tradición contándonos que para sorpresa del fraile acompañante, Francisco cayó súbitamente de rodillas y se puso a orar, tras lo cual dijo: “Este lugar se llama ahora la ‘colina del infierno’, pero un día será llamado puerta del cielo, entrada del paraíso”. Es justo ahí donde se ubica la Basílica de Asís.
El hecho es que como consta en acta papal del 29 de marzo de 1228, el entonces superior franciscano Fray Elías recibió del Papa Gregorio IX un terreno para que allí se construyese una iglesia con el fin de albergar el cuerpo del fundador. Pocos meses después, el 17 de julio de ese mismo año, el Pontífice -gran admirador y canonizador de Francisco- bendecía la primera piedra de la que hoy es la gran Basílica, y bautizaba a la colina como ‘Collis Paradisi’, la colina del paraíso. Inició de esta manera la edificación de un santuario que ha sido lugar de gracias para millones de personas a lo largo de los siglos, una verdadera ‘Porta Coeli’, una vía al cielo.
Hoy la Basílica está conformada por dos construcciones superpuestas, la iglesia inferior y la superior.
Tumba de San Francisco – Foto: Gustavo Kralj / Gaudium Press |
La fama de santidad de San Francisco que rápidamente fue universal, y una gracia muy especial que partía de Asís para el mundo entero, hizo que la generosidad de la Cristiandad se manifestase abundantemente, de forma tal que poco menos de dos años después de iniciada la construcción, en 1230, la iglesia inferior ya había sido concluida y había acogido el cuerpo del santo; y en 1236 la iglesia superior ya tenía su techo. Aunque ‘Il Poverello’ fue la humildad, la riqueza quiso con justicia exaltarla, para bien de toda la humanidad.
El dinero que fluía desde los devotos de San Francisco permitió a un verdadero ejército de artistas de renombre embellecer el lugar destinado a albergar el cuerpo del Pobre. Desde finales del S. XIII y durante el S. XIV las grandes luminarias del arte italiano -aunque no sólo-, peregrinaron a Asís en actitud admirativa y diligente, y allí plasmaron su homenaje al Santo llamado a “reconstruir la casa” del Señor. No ha sido mucho lo que ha cambiado desde aquellos tiempos la morada de los restos de San Francisco.
El rosetón del portal gótico que da acceso lateral a la basílica inferior ha sido llamado por historiadores como “el rosetón más bello del mundo”. Cimabue, Giotto y sus aprendices, Martini y Lorenzetti se dieron allí cita para embellecerla con sus frescos. La ‘Apoteosis de San Francisco’, la ‘Alegoría de los tres votos: pobreza, obediencia y castidad’, las ‘Historias de la infancia y de la Pasión de Cristo’, la ‘Glorificación del Santo’, la ‘Virgen en majestad con Niño, cuatro ángeles y San Francisco’, son maravillas que recubren las paredes de la Basílica inferior, y que hoy siguen deslumbrando al visitante.
Bajo esta basílica se encuentra la cripta donde está el cuerpo del Santo, rodeado de los cuerpos de 4 de sus discípulos inmediatos, los beatos fray Ángel de Rieti, fray León, fray Maseo de Marignano y fray Rufino. A ‘Gaudium Press’ le fue permitido, por la bondad de los frailes franciscanos custodios de la basílica, tomar una foto de la tumba de San Francisco.
La maravillosa iglesia superior
Interior de la iglesia superior – Foto: Gustavo Kralj / Gaudium Press |
La iglesia superior puede ser comparada con la persona del Santo: pobre por fuera y riquísima en su interior.
El exterior es austero. Se distingue allí un portal bien elaborado, pero pequeño en relación al cuerpo del conjunto, sobre el que se ubica un rosetón digno y serio.
Entretanto, quien atraviesa las puertas de la iglesia superior, tiene que tomar un respiro para asimilar en todo su valor la riqueza de la policromía de los frescos y ventanales que se encuadran y cubren los muros y bóvedas góticas. Allí también se dieron cita Cimabue y su escuela. Giotto di Bondone se encuentra también muy presente con la muy famosa ‘Bóveda de los Doctores de la Iglesia’, y en el no menos conocido ciclo de frescos de la ‘Vida de San Francisco’, realizado según afirman algunos historiadores, a pedido del superior de la Orden Franciscana Juan de Murlo.
Las riquezas de esta basílica papal son inagotables, y son ocasión de especiales bendiciones. Por fortuna existe un amplio material de estudio al respecto, elaborado rigurosamente, que puede ser hallado en el ciberespacio. Invitamos al lector a introducirse en él. Ciertamente será ocasión de innumerables gracias.
Nave de la iglesia superior – Foto: Gustavo Kralj / Gaudium Press |
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