La feliz iniciativa del inolvidable beato Juan Pablo II de agregar los misterios de Luz al Rosario, abrió un nuevo capítulo en la historia de la devoción a María, cuyos frutos de santificación se prolongarán durante todos los siglos. Con este hecho quiso el Papa coronar los veinticinco años de su prolífero pontificado, y dar secuencia al jubileo del Año 2000, estimulando a los cristianos a redescubrir la oración mariana por excelencia.
El Tercer Milenio nació cubierto de aprensiones y tragedias. Pero esta oportuna decisión del Papa hizo brotar en el mundo una verdadera aurora de esperanza, pues es en la oración del Rosario donde se encuentra la verdadera solución para los problemas modernos, sean ellos de orden público como de orden privado.
En las apariciones de Nuestra Señora en Fátima, la Madre de Dios recomendó con particular empeño la devoción del Rosario, como medio seguro de alcanzar la paz.
Por esto, el beato Juan Pablo II, gran devoto de María, confió la obtención de la paz para el mundo a Aquella que es la Reina de la Paz.
Hoy en día falta la paz, no sólo entre las naciones, sino muchas veces hasta en el recinto del hogar.
¡Cuánta paz estaría asegurada en las relaciones familiares, si se retomase la recitación del Santo Rosario en familia!” – exclamó el Papa Juan Pablo II en su último año de pontificado.
“La familia – advirtió el Papa – célula de la sociedad, está cada vez más amenazada por fuerzas disgregadoras a nivel ideológico y práctico, que hacen temer por el futuro de esta institución fundametal e imprescindible y, en consecuencia, por la suerte de la sociedad entera”.
“La familia que reza unida permanece unida — continúa el Santo Padre. El Santo Rosario, por antigua tradición, se presta de modo particular a ser una oración donde la familia se encuentra. Sus diversos miembros, al fijar precisamente la mirada en Jesús, también recuperan la capacidad de mirarse siempre de nuevo a los ojos, para comunicarse, solidarizarse, perdonarse mutuamente, recomenzar con un pacto de amor renovado por el Espíritu de Dios.
Conocedor de los grandes problemas del mundo de hoy, y convencido de que su solución está en la oración, el inolvidable Papa lanzó un supremo llamado a todos los fieles:
“Pienso en todos vosotros, hermanos y hermanas de cualquier condición, en vosotras familias cristianas, en vosotros enfermos y ancianos, en vosotros jóvenes: retomad confiadamente en las manos el Rosario.
¡Que mi llamado no quede ignorado!”
No se han encontrado comentarios