Para comprender la Historia Sagrada, o sea, la narración basada en la Sagrada Escritura de los principales hechos ocurridos con el hombre, desde cuando fue creado hasta la venida de Nuestro Señor Jesucristo, consideremos inicialmente la Creación.
Seres visibles e invisibles
Contemplando el cielo en una noche estrellada, quedamos maravillados. Los millares de cuerpos celestes que vemos -más numerosos que todos los granos de arena existentes en las playas de los mares- son minerales, los cuales pertenecen a la categoría más baja entre todos los seres creados por Dios. Pues en grados superiores están los vegetales, los animales y los hombres. Todos esos son seres visibles; arriba de ellos el Altísimo creó seres invisibles: los ángeles.
El universo fue creado por Dios a partir de la nada; esa es una verdad de Fe fundamentada en la primera frase de la Sagrada Escritura: “Al principio, Dios creó el cielo y la tierra” (Gn 1, 1). Crear significa “dar existencia a un ser del cual todos los elementos constitutivos no existían anteriormente. Un pintor no crea, pues no da existencia a la tela, ni a la tinta, ni a los otros elementos constitutivos de su cuadro. Su acción se limita a confeccionar con medios preexistentes un ser nuevo, que es el cuadro” 1.
El Altísimo sustenta todas las criaturas, como enseña San Pablo: “Él existe antes de todas las cosas, y todas las cosas subsisten en Él” (Cl 1, 17). Y transciende los seres creados, pues “está arriba de todas sus obras” (Eclo 43, 30). Es el único Ser necesario; todos los otros son contingentes, o sea, podrían no existir.
Grados de la Creación
Dios hizo el mundo para reflejar sus perfecciones, que son infinitas. Él no podría crear apenas un ser, por más perfecto que fuese, pues toda criatura es limitada. Por eso, creó múltiples seres. No solo múltiples, sino también diferentes; porque si iguales solamente podrían representar una cualidad de Dios. Es lo que enseña Santo Tomás de Aquino. 2
Además de múltiples y diferentes, las criaturas están dispuestas en el universo en una jerarquía. Enseña el Catecismo de la Iglesia Católica (n. 342): “La jerarquía de las criaturas es expresada por el orden de los ‘seis días’, que va del menos perfecto al más perfecto”.
Hay entre los seres tres diferentes órdenes: el natural, el sobrenatural y el hipostático.
En el orden natural, Dios dispuso la creación en cinco planos, en grados crecientes de perfección: minerales, vegetales, animales, hombres y ángeles.
El orden sobrenatural es constituido fundamentalmente por la gracia, “participación creada de la naturaleza increada de Dios”3
Por último existe el orden hipostático, o sea, la unión de la naturaleza humana con la naturaleza divina, formando una Persona divina: Nuestro Señor Jesucristo. En su naturaleza humana, Cristo es una criatura.
Belleza de las criaturas
Conforme el Catecismo de la Iglesia Católica (n. 319), “Dios creó el mundo para manifestar y para comunicar su gloria. Que sus criaturas participen de su verdad, de su bondad y de su belleza, es la gloria para la cual Dios las creó”.
Consideremos algunos aspectos de la belleza existentes en las criaturas, que son reflejos de la Belleza del Creador. Así, seguiremos el consejo del Profeta Isaías: “Publicad en toda la tierra sus grandes maravillas” (12, 5); conociendo, amando y alabando a Dios, creador de esas pulcritudes, estaremos glorificándolo.
Hay jerarquía de bellezas: algunos seres son más pulcros que otros. Evoquemos tan solamente algunos seres del mundo visible.
Entre los minerales, las piedras preciosas nos encantan, sobre todo por sus colores: el rojo del rubí, el azul del zafiro, el verde de la esmeralda, el dorado del topacio.
En cuanto al reino vegetal, las flores, por sus formas, coloridos, perfumes, glorifican a Dios. Existe una especie de rosa llamada “gloria Dei” (gloria de Dios), habida en Francia, considerada la mejor hasta hoy producida. Sus pétalos son dorados, presentando color rosado en los bordes.
Dirigiendo nuestros ojos al reino animal, preguntamos: ¿Puede haber ave más bella que el pavo real? Algunos pueblos llegaron a considerarla ave del paraíso. En la India, cuyo pueblo es muy propenso a lo maravilloso, el pavo real es considerada ave nacional.
En el género humano, la pulcritud más importante es la del alma. El santo posee belleza de alma; en todos sus pensamientos, deseos y actos él tiene solamente en vista la gloria de Dios.
Dijo Nuestro Señor: “Sed perfectos, así como vuestro Padre celeste es perfecto” (Mt 5, 48). Se trata de un precepto y no apenas de un consejo. Así, todos debemos visar la suma belleza de nuestras almas, o sea, la santidad, y de esa forma glorificamos a Dios. Eso solamente lo conseguiremos por la gracia divina, que nos es concedida por el Creador a través de la Virgen María.
Por Paulo Francisco Martos
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1 CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. História e cultura católica. São Paulo: Retornarei. Dr. Plinio, n. 50, maio de 2002, p. 19.
2 Cf. Suma Teológica I-q. 47. a. 1.
3 MARÍN, Antonio Royo. Somos hijos de Dios – misterio de la divina gracia. Madri: BAC. 1977, p. 42.
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