Redacción (Martes, 02-09-2014, Gaudium Press) Después del hediondo crimen de Caín, los hombres fueron de modo progresivo cayendo en pecados los cuales se tornaron tan graves y generalizados, que Dios resolvió castigar a la humanidad. Pero un fuerte varón se mantuvo completamente fiel al Creador, y por eso fue preservado, juntamente con su familia, de esa terrible punición.
Descendientes de Set y de Caín
Para comprender mejor el significado de ese castigo, lancemos la mirada sobre algunos hechos que lo precedieron.
A lo largo de los años, dos razas se constituyeron: la de los descendientes de Set, llamada de “hijos de Dios”, y la de los de Caín, denominada “hijos de los hombres”.
Los cainitas, o sea, los descendientes de Caín trillaron las vías del pecado. Por ejemplo, Lamec se casó con dos mujeres; comenta el Padre Fillion [1] que él fue el primero en romper con la santa unidad del matrimonio, instituida por el propio Dios (cf. Gn 2, 24). Ese Lamec llegó también a cometer un asesinato (cf. Gn 4, 23).
Mientras que los descendientes de Set siguieron el camino del bien.
Pero esas razas, después de haber vivido separadas por mucho tiempo, acabaron uniéndose, y hombres descendientes de Set se casaron con mujeres pertenecientes a la raza de Caín, movidos por la sensualidad[2]. Ahora, ese vicio atrae otros, y así la humanidad se fue deteriorando moralmente a tal punto que “el Señor vio cuánto había crecido la maldad de las personas en la Tierra y cómo todos los proyectos de sus corazones tendían únicamente al mal” (Gn 6, 5).
Pero hubo un hombre, descendiente de Set, que no se conformó con esa decadencia moral y se mantuvo enteramente fiel a Dios: Noé.
Construcción del arca
No era apenas la mayoría de los hombres que seguía las sendas de la iniquidad, sino “toda la humanidad había pervertido su conducta en la Tierra” (Gn 6, 12). Entonces, dijo Dios a Noé que mandaría un diluvio para castigo de la humanidad, le ordenó que construyese un arca y agregó: “Todo lo que existe en la Tierra perecerá. Contigo, sin embargo, estableceré mi alianza: entrarás al arca con tus hijos, tu mujer y las mujeres de tus hijos” (Gn 6, 17-18); en total eran ocho personas, como afirma San Pedro (cf. 1 Pd 3, 20). Y mandó que Noé también colocase en el arca parejas de cada especie animal (cf. Gn 6, 19-20).
La construcción del arca demoró 120 años [3]. Durante todo ese tiempo, Noé exhortaba a las personas por sus palabras y por su ejemplo de vida; pero no le daban atención, según afirma San Mateo: “En los días antes del diluvio, todos comían y bebían, hombres y mujeres se casaban, hasta el día en que Noé entró al arca. Y nada percibieron hasta que vino el diluvio y arrastró a todos” (Mt 24, 38-39).
Cuando el arca quedó lista, Dios dijo a Noé: “Tú eres el único justo que encontré en esta generación” (Gn 7, 1); ordenó que él entrase al arca con su familia. Entonces, “reventaron todas las fuentes del abismo y se abrieron las cataratas del cielo” (Gn 7, 11); “y el Señor cerró la puerta del arca atrás de Noé” (Gn 7, 16).
Torrentes de agua durante 40 días
Las aguas, provenientes de los abismos y los cielos, se abatieron sobre la Tierra durante 40 días. El arca comenzó a fluctuar, y todo quedó inundado; “las aguas subieron unos ocho metros por encima de las montañas” (Gn 7, 20).
Todos los seres humanos y animales – excepto los que estaban en el arca — murieron y “las aguas dominaron sobre la tierra durante 150 días” (Gn 7, 24). Afirmar que algunos pueblos no fueron alcanzados por el diluvio significa “ir contra la intención directa y evidente de la narración” [4] hecha por la Sagrada Escritura.
Entonces, Dios hizo soplar un viento de modo que las aguas comenzaron a disminuir, y en el séptimo mes “el arca posó sobre los montes de Ararat” (Gn 8, 4), situados en Armenia.
El cuervo y la paloma
Cierto día Noé abrió una ventana del arca y soltó un cuervo, que no regresó más. Después liberó una paloma que, no encontrando lugar para posar, volvió para el arca. Después de siete días, volvió a soltar la paloma la cual regresó trayendo en el pico una hoja de olivo.
El varón de Dios abrió el techo del arca y vio que la superficie de la tierra estaba seca. Y Dios le ordenó que saliese del arca con su familia, así como todos los animales que en ella se encontraban. El recuerdo del diluvio se conservó en todos los pueblos de la alta Antigüedad. La más notable está contenida en el célebre poema asirio de Izdubar [5]; el historiador caldeo Beroso habla del diluvio y del arca [6].
Apenas llegó a tierra firme, Noé construyó un altar y sobre él ofreció animales en holocausto, para alabar a Dios. Eso muestra la excelencia de su alma, pues la primera cosa que hizo fue prestar culto al Altísimo, y no preocuparse con su propia comodidad.
El arcoíris, señal de la alianza
El Creador, después de bendecir a Noé y sus hijos, hizo aparecer un arcoíris en el cielo, y dijo que esa era la señal de la alianza entre Él y Noé, así como sus descendientes; y agregó que no enviaría más un diluvio de agua para exterminar el género humano.
Los tres hijos de Noé que salieron del arca se llamaban Sem, Cam y Jafet, “por los cuales se pobló toda la Tierra” (Gn 9, 19).
Así como Noé, varón de fe y obediente a Dios, no pactó con los pecados cometidos en su época, seamos inconformes con las ofensas al Altísimo que hoy son practicadas en todo orbe y estemos siempre unidos a la Santa Iglesia Católica, representada por el arca.
Por Paulo Francisco Martos
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[1] Cf. FILLION, Louis Claude. La Sainte Bible commentée. 6. ed. Paris: Letouzey et ané. 1923, v. 1, p. 35.
[2] Cf. Idem, p. 40.
[3] SAN JUAN BOSCO. História Sagrada. 10 ed. São Paulo: Salesiana, 1949, p.21.
[4] Cf. FILLION, Louis Claude, op. cit. p. 45.
[5] Cf. Idem, p. 47.
[6] Cf. JOSEFO, Flávio. História dos hebreus. I, 3, 13.
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