Los cuatro Evangelistas y sus símbolos
P. Colombo Nunes Pires, EP
La palabra evangelio viene de la antigua Grecia, que significaba una buena noticia o también el mensajero que la llevase a alguien. Podemos observar que en la palabra evangelio está contenida otra palabra griega, angelo, igualmente incluida en el idioma español, a través del latín. Tal vocablo hoy designa principalmente a los puros espíritus creados por Dios para servirlo y que, a veces, son destinados por Dios para comunicar sus mensajes a los seres humanos.
En los primeros tiempos de la era Cristiana, el significado de la palabra Evangelio fue dejando de contener la idea de una buena noticia en general, para restringirse a los hechos relacionados con la Vida, Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo y, sobre todo, a sus enseñanzas. Esa narración constituye realmente la gran noticia que sería proclamada a todos los hombres a lo largo de los siglos, a nivel mundial.
Entre tanto, conviene acentuar que, en un primer momento, después de la gracia de Pentecostés, los Apóstoles comenzaron sus predicaciones de corazón a corazón, es decir, hablaban de aquello que guardaban en sus corazones y su memoria, para el entendimiento y el amor de sus oyentes. Podían ser hechas anotaciones personales, no obstante, las predicaciones de la Buena Nueva se hacían básicamente a través de la palabra oral.
Sólo algunos años más tarde, alrededor del año 40 d.C., San Mateo escribió el primer Evangelio, siendo seguido por San Marcos, San Lucas y San Juan. Todo indica que hubo anteriormente un esquema general de esas narraciones, que fue tomado en cuenta por los evangelistas, a excepción de San Juan.
Alrededor de ese resumen inicial, cada uno de los evangelistas presenta su narración bajo un prisma personal y vuelto hacia un tipo de público, con algunas fuentes de informaciones propias. Así, un mismo episodio puede venir narrado en varios de los Evangelios, pero con detalles diferentes que completan la visión general.
Símbolos de los evangelistas previstos por el profeta Ezequiel
Se aplican a los evangelistas las características de los cuatro personajes que el profeta Ezequiel (VI a.C.), contempló en una visión, cuando se encontraba en Babilonia, predicando a los judíos que allí vivían en condición de esclavos. En tal visión, cada uno de los personajes presentaba su propio tipo de rostro: de hombre, de león, de toro y de águila. (Ez. 1, 10)
En los primeros siglos de la Iglesia, tales símbolos fueron atribuidos a cada uno de los evangelistas, en función del contenido de las primeras palabras de su Evangelio.
Los evangelistas
Imágenes de la fachada del a Catedral de Siena, Italia
1. San Mateo Representado teniendo junto a sí un ángel o un hombre, porque abre su Evangelio refiriéndose a los antepasados humanos de Cristo.
Mateo ejercía la función de cobrador de impuestos, antes que recibiese personalmente del Divino Maestro el llamado para seguirlo.
En su Evangelio se dirigió en especial a los judíos convertidos al cristianismo, apuntando cómo se realizarían las profecías del Antiguo Testamento. Aplicó su larga experiencia en escritura, para ordenar las múltiples enseñanzas de Jesús. Los dividió en cinco bloques, según los temas: Formación del Reino de Cristo, el Sermón de la Montaña, Instrucciones dadas a los Apóstoles, la difusión del Reino, y su conclusión al final de los tiempos.
2. San Marcos tiene junto a sí un león porque abre su Evangelio haciendo referencia a San Juan Bautista, como la voz que clama en el desierto.
San Marcos no hace parte de los doce primeros apóstoles de Jesús. Fue bautizado posteriormente por San Pedro, a quien acompañó en el viaje a Roma y en su estadía allí.
La madre de Marcos se llamaba María, en cuya casa en Jerusalén se reunían los cristianos, después de la ascensión del Señor.
Su narración se basa en lo que oyó de San Pedro, siendo el menos extenso de los Evangelios, concebido en un estilo simple y uniforme.
Como se dirigía en especial a los paganos que residían en Roma, San Marcos presenta a Jesús como Hijo de Dios y dominador de las fuerzas infernales, y no como el Mesías esperado por los judíos.
3. San Lucas Simbolizado por un buey, San Lucas inicia su Evangelio con la narración del sacrificio ofrecido por Zacarías en el templo.
Lucas era médico, griego de nacimiento. No hizo parte del colegio apostólico, habiendo recibido el Bautismo cerca del año 50 d.C. Fue discípulo de San Pablo, a quien acompañó en diversos viajes, inclusive durante su prisión en
Roma.
Su Evangelio presenta un estilo literario esmerado, y muestra a Jesús como el supremo médico de las almas y de los cuerpos. Al relatar varias de sus milagrosas curaciones, indica el nombre de las enfermedades.
San Lucas acentúa en su Evangelio el júbilo traído por el Divino Salvador a la humanidad, y que fue proclamado muchas veces por San Pablo: “Alegraos siempre en el Señor, y de nuevo lo digo, alegraos (Rm. 12-12)”. En este sentido, en sus dos capítulos iniciales este evangelista presenta cuatro cánticos:
– Proclama mi alma la grandeza del Señor (Magnificat) – Cántico entonado por Nuestra Señora al responder al saludo de su prima Santa Isabel (1, 47-56).
– Benedictus – cántico entonado por Zacarías al confirmar el nombre de su hijo Juan, que acababa de nacer (2, 10-14)
– Gloria a Dios en el Cielo – Cántico entonado por los Ángeles en la Gruta de Belén, anunciando al Niño Jesús recién nacido (2, 10-14).
– Ahora podéis dejar a tu siervo irse en paz – cántico entonado por Simeón, al tener en sus brazos al Niño Jesús, en el cual reconoció al Mesías esperado por Israel (2, 29-32).
También destaca en su Evangelio el reconocimiento de la elevación de la condición femenina gracias a la encarnación del Hijo de Dios. Como norma general, en las civilizaciones de la antigüedad, la mujer era tratada como un ser privado de dignidad y de honra.
En primer lugar, San Lucas destaca la altísima y sublime misión conferida por Dios a la Santísima Virgen, al narrar la anunciación, la divina concepción, el nacimiento y la infancia de Jesús.
Dos veces, en el mismo capítulo de su Evangelio – demostrando empeño en resaltar el hecho en una significativa repetición – él llama la atención para el aspecto de que “María guardaba todas estas palabras, meditándolas en su corazón” (2, 19) y (2, 51).
También se centra con especial énfasis en el papel de otras santas mujeres: Isabel, madre de Juan Bautista; de la profetiza Ana, de la viuda de Naín, de la mujer penitente, de la mujer que proclama bienaventurada a la Madre de Jesús, de las hermanas Marta y María, bien como de las mujeres que acompañaron al Divino Maestro al Calvario.
Una antigua tradición atribuye a San Lucas la pintura de un cuadro de Nuestra Señora con el Niño Jesús. Son conocidas hoy las copias bajo el título de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro.
San Lucas, suaviza referencia a los médicos
Todo indica que San Lucas conoció el Evangelio de San Marcos, antes de redactar su propio relato. Por otra parte, más de la mitad de los hechos narrados por San Marcos son también referidos por San Lucas.
Es interesante notar que ambos narran, cada uno a su modo, los antecedentes de la mujer que sufría de flujo de sangre, y que fue favorecida por la milagrosa curación operada por Jesús.
San Marcos (5, 25) señala que “la mujer desde hacía doce años que sufría de hemorragias y había padecido en las manos de muchos médicos, había gastado todo lo que poseía y, en vez de mejorar, empeoraba cada vez más”.
San Lucas, que ejercía la profesión de médico (8, 43), sin faltar con la verdad, suaviza la referencia a sus antiguos colegas, de modo a no entristecerlos.
Señala simplemente que “la mujer sufría hemorragias ya por doce años y gastó todo lo que poseía con médicos, sin que nadie consiguiese curarla”.
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