Bernardette; el mayor milagro de Lourdes
Al cumplirse los ciento cincuenta años de las apariciones de Nuestra Señora en la gruta de Massabielle nuestros ojos se vuelven hacia la niña con quien habló la Santísima Virgen. Su vida, transcurrida en acrisolada virtud, expresa con elocuencia por qué Dios “escondió estas cosas a los sabios y prudentes, y las reveló a los pequeños” (Lc 10,21).
Tamara Victório Penin
Lourdes!¿Dónde encontraremos las palabras que alcancen a explicar todo cuanto ese nombre significa para la piedad católica en el mundo entero?¿Quién podrá traducir en palabras el ambiente de paz que envuelve la gruta sagrada en la cual, hace exactamente 150 años, vino la Santísima Virgen para estar con la humilde Bernardette e inaugurar, de modo definitivo, un nuevo vínculo con la humanidad sedienta de consuelo y de paz? Por designio de la Divina Providencia, a ese lugar se asoció una acción intensa de gracia, especialmente capaz de transmitir a los millares de peregrinos, venidos de lejos, la certeza interior de que sus oraciones son benignamente oídas, sus dramas apaciguados, y sus esperanzas fortalecidas. En efecto, a lo largo de este siglo y medio, las ásperas rocas de Massabielle se han convertido en palco de las más espectaculares conversiones y curas, legando a la Santa Iglesia Católica un tesoro espiritual de valor incalculable.
En Lourdes tales curas y conversiones se revisten de una grandiosidad peculiar, delante de la cual nuestra lengua enmudece. Allí está, delante de todos, la sublimidad del milagro. Mientras tanto, no se puede hablar de Lourdes sin recordar con veneración a la protagonista ligada de modo indisociable a esa historia de bendición y misericordias.