Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros” (Jn 1, 14). De esta manera tan sencilla resumía el Discípulo Amado el acontecimiento más grande de la Historia.
Sus modestas palabras sintetizan el rico e insondable contenido del magnífico misterio que se conmemora todos los 25 de diciembre: en la oscuridad de las tinieblas del paganismo, rayaba la aurora de nuestra salvación.
Se había hecho hombre el Esperado de las naciones, Aquel que había sido anunciado por los Profetas.